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Los siguientes cinco días fueron iguales al primero. Pero me sentía incomoda estando tan cerca de Jasson. Quizás era porque él no me dirigía la palabra y alejaba el banco tan lejos como podía. Tal vez porque cuando intente hablarle al salir de la clase, me ignoro.
Era sábado y acababa de levantarme. Fui al baño, me lave la cara y me cepille los dientes. Me puse unos jeans azules y una remera manga corta superpuesta y me dirigí a la ventana.
Mi cuarto tenía un hermoso ventanal un poco mas de mi altura, así que solo bastaba abrirlo para caerse. Desde allí se podía ver la calle que daba a nuestra casa. Lástima que había un gran jacarandá tapando la mayoría de la vista Le había pedido mil veces a mama que le dejara podarlo a papa, pero ella decía que le daba un toque de distinción a la casa.
Lo que vi a través de la ventana era el motivo por el cual me había despertado. Un volvo plateado estaba estacionado enfrente de casa, y su ocupante estaba parado en nuestra puerta tocando el timbre.
JASSON!!!
Me calcé los zapatos y baje las escaleras en tiempo record. Antes, me fije mi aspecto en el espejo. Estaba presentable.
– Hola – dije en cuanto abrí la puerta. Su cabello rubio estaba alborotado, sus ojos brillaban de un modo extraño, y llevaba unos jeans y una campera gris con cuello en V. Estaba muy guapo.
– ¿Cómo sabias que era yo? – pregunto.
– Te vi por la ventana – dije señalándola.
El la contemplo por un momento y volvió la vista hacia mí.
– ¿Qué haces aquí? – dije, confundida.
– Mi madre quería devolverle a tu familia esto. – y me extendió una jarra de jugo. Yo la agarré.
– Emm... gracias, supongo... ¿quieres... pasar?
Jasson dudo por un momento pero se resigno.
– Bueno, a fin de cuentas... nada entretenido me espera en casa – dijo, mientras le abría mas la puerta y el pasaba dentro.
– ¿Tus padres están en casa? – me pregunto.
– No. En sábado, ellos se levantan muy temprano y salen a correr.
– ¿Has desayunado?
– Recién me levanto – dije mientras dejaba la jarra de jugo en la cocina. El me siguió y se sentó en una de las sillas de la mesada, mientras yo me preparaba el desayuno. Me senté enfrente de él.
– Y... ¿tienes hermanos?
– Solo uno, pero está de viaje. Nos visitará dentro de poco – pensé en Alex mientras tragaba una cucharada de cereal – ¿Ya desayunaste? – me sentí grosera al no ofrecerle algo.
– Si, gracias. Soy de madrugar. – se rió por lo bajo.
– ¿Me perdí de algo?
– Nunca en mi vida he dormido más de cinco horas.
– Que extraño. Sin embargo, no te veo ojeras.
Nuestras miradas se cruzaron, haciéndome sentir muy bien. De repente, Jasson se paro bruscamente, haciendo temblar mi desayuno.
– Debo irme. Ahora.
– ¿He dicho algo malo? – repase en mi mente la conversación, buscando algo fuera de lugar.
– No, no, para nada, pero tengo que irme.
También yo me pare, y lo fui siguiendo hasta la puerta.
– ¡Hasta mañana! – grite mientras lo veía alejarse en el auto.
Fui a la cocina, demasiado confundida como para saber lo que estaba haciendo.
Tome el tazón con el poco cereal que quedaba y lo deje en la pileta. A mama no le gustaba que le lavaran los platos. Pensaba que los lavábamos mal.
Puse la jarra de jugo en el mueble y subí a las escaleras. Me senté en el piso, en frente del ventanal, con mi diario entre las piernas y una lapicera en las manos. Lo había conocido hace muy poco, pero yo sabía que una persona normal no actuaba así, a menos que algo le estuviera pasando. Así que empecé a anotar.
– ¡Angie, ya llegamos! – escuche decir desde la escalera. Cerré el diario en la página donde estaba escribiendo y fui a saludar.
– Buenos...días... cielo – me dijo papa con la lengua afuera en cuanto me vio bajar las escaleras.
– ¿Estás bien, papa? Suenas agitado.
– Nada que no pueda enmendarse con un refresco. – respondió mama.
Fuimos a la cocina, y, como era de esperarse, mama descubrió el cambio en la heladera.
– ¿Quién vino a traerla? – era obvio que hablaba de la jarra de jugo.
– Emm... Jasson... Burdock...
– ¿El hijo de Renee?
– Eso creo.
– ¡Oh, eso es fantástico! Escuche que es un adolescente muy agradable.
– No creo que sea un adolescente... y francamente, el tiene una manera muy extraña de ser agradable.
– Charla de chicas. Puaj. Si me necesitan, estaré arriba. – a papa no le gustaba salir a correr, pero lo hacía por mamá, así que al volver a casa, lo único que quería hacer es lo que hace un persona normal un sábado. Nada.
– No creo que sea tan malo como tú dices que es. Estoy segura de que fue una mala impresión tuya.
>> Si, claro. << pensé.