miércoles, 23 de marzo de 2011

Secrets - Capítulo 1

Primavera
Según Monique

Estaba jugueteando con mis dedos mientras paseaba sobre el jardín. No me era permitido salir muy a menudo del castillo, así que ésta era la única manera de disfrutar del mundo exterior. Por supuesto jamás había salido más allá de los muros.
Caminé por entre las flores, nerviosa. Mi padre no estaba en muy buenas condiciones de salud ni tampoco en buenas manos. Ese consejero me daba mala pinta, y no tenia idea de cómo había llegado a ser el preferido de papá.
- Hola, princesa Monique – me saludó el jardinero Warner en medio del trabajo. Yo le di mi predilecta sonrisa falsa. Era guapo, y en algún momento me había llegado a gustar, pero eso había sido hacia mucho - ¿Cómo se encuentra hoy?
- Te he dicho que me llames tan solo Monique. – miré para todos lados, inquieta – Nunca me gustaron mucho las formalidades.
- Como usted… digo, como quieras – sonrió de lado. – ¿Ésta usted bien? Parece algo tensa. – no le respondí, ya que había visto pasar al consejero, que nunca se alejaba de papá, entre las flores al lado más oscuro del jardín.
- Eh… debo irme, Warner. Disfruta del día. – comencé a seguir al consejero.
- Usted también… princesa Monique. – escuché a lo lejos.
El sector más oscuro del jardín era un bosque espeso y lleno de plantas.
El hombre siguió caminando sin notar mi presencia, hasta que se detuvo en el corazón de la floresta. Yo me quedé atrás, con un árbol tapándome. Con una gran vista de la escena, me apuré en escuchar.
Luego de unos minutos, otro hombre apareció de la nada. Era tan corpulento que me encogí de terror, pero al parecer al consejero no le sorprendió en absoluto.
- Llegas tarde – dijo el funcionario, controlando su reloj.
- Tengo lo que quieres – el extraño sacó una bolsa del bolsillo de su abrigo, que contenía un polvo rojizo. Fruncí el ceño.
- ¿Estás seguro de que es efectivo? – se intercambiaron de bolsas, el ministro le dio una con dinero. El desconocido asintió.
- Lo probé con conejos. A los meses ya estaban todos muertos. – revisó su bolsa.
- No es para un conejo, es para un rey. – palidecí y tuve ganas de vomitar, pero permanecí allí. 
- Ya lo sé. Si es para humanos, el efecto tardará más.
- ¿Cómo cuanto?
- Para la próxima primavera ese rey estará frito.
- Perfecto.
- Pediste mucho incluso para una persona. ¿Tienes a alguien más en mente?
- Bueno, debo deshacerme de toda la familia real. – el otro hombre tosió.
- ¿También planeas envenenar a la hija? – parecía asqueado. Yo ya no podía respirar.
- No te pongas sentimental. Será nuestro pequeño secreto. Ahora vete. No requeriré tus servicios otra vez. Disfruta tu recompensa.
- No creo que pueda – dijo, y se largó. El consejero pasó por delante de mí, pero no me vio.
Cuando estuve segura de que se había ido, caminé sin rumbo fijo, con la vista perdida. Sabía que mi deber era volver y avisar a las autoridades, pero estaba segura de que me diagnosticarían demencia.
De tanto caminar, mis pies se volvieron torpes, y faltó tiempo en cuanto tropecé en un poso. Caí de golpe. No me había dado cuenta que era tan profundo. Me golpeé la cabeza, y dolió muchísimo. Me sujeté la parte dañada con las manos y lloré, pensando en papá.

Desperté con lágrimas secas en el rostro, el pelo enmarañado y el vestido sucio. Me encontraba dentro de un pozo, y no tenia idea de cómo había llegado allí. Me acaricié la cara, frunciendo el ceño. ¿Dónde estaba? ¿Cómo había llegado hasta aquí? Pero la peor y más aterradora parte era que…
Ni siquiera recordaba mi propio nombre.
En eso estaba cuando escuché pasos, y voces que se me acercaban. Salí de allí, asustada.
Un hombre apareció, con los ojos abiertos desmesuradamente y con agitada respiración. Me miró directo a los ojos, como si no esperara que estuviera allí. Pareció perderse, ya que miró detrás de su hombro y corrió hacia mí. Me tomó de la mano, y sentí un cosquilleo que no recordaba sentir nunca. Pero si no recordaba quién era, ¿cómo podría estar completamente segura de que no lo había sentido antes? Quizá ese hombre me conociera. Era guapo, de cabello dorado, tez broncínea y ojos verdes.
- ¡Vamos! ¡Corre! – ordenó, y no tuve más remedio que obedecerle, ya que me tenia sujeta de la muñeca y me arrastraba con él.
Corrimos por todo el bosque, con voces detrás de nosotros que nos gritaban que paráramos. En donde se terminaban los árboles, había un camino de tierra. Él lo tomó, y juntos corrimos hacia un pueblo. Nos metimos dentro de un callejón, y recién allí, se sacudió la tierra, y me volvió a observar fijamente. Respiraba entrecortadamente por la carrera. Yo aguardé a que dijera algo. 
- ¿Te encuentras bien? – me preguntó. Yo asentí, asustada. - ¿Por qué rayos estabas ahí? Ya sabes que los campesinos no deben visitar los jardines del castillo.
- No lo sabia – ni siquiera era consciente de que estaba en los jardines de algún palacio. Frunció el ceño de pura confusión.
- ¿No lo sabias? Eso es… extraño. ¿Cómo te llamas? – dudé antes de contestar, preguntándome si debería mentirle. Pero decidí ser honesta.
- Eso tampoco lo sé.

Según Christopher

Me levanté sin muchos ánimos. Me revolví el cabello, y miré por la ventana. Las flores estaban radiantes, pero me hubiera gustado decir lo mismo de mí. Hacia dos semanas que no comía más que porquerías, ya que debido a mi falta de dinero, no podía costear un almuerzo decente.
Pero había decidido que esa mañana seria diferente. No me importaba cómo, conseguiría algo de comer. Y solo conocía una forma injusta de hacerlo.
Me vestí y me coloqué el bolso. Salí al pueblo y empecé a caminar hacia el castillo, inquieto. No me gustaba robar, no era mi estilo. Pero en tiempos de necesidad…
Tomé una vuelta y fui por el camino de tierra en el cual daba entrada gratis y sin vigilancia al palacio.
En cuanto llegué al bosque, me saqué el bolso y comencé a llenarlo de frutas. Me comí una o dos en el camino.
Si me descubrían, era hombre muerto.
Llegué a la parte más cercana a la fortaleza, con la cabeza gacha.
- ¿Christopher? ¿Pero qué demonios haces aquí? – me preguntó en susurros una voz conocida por detrás. Sonreí, y tiré a Warner del cuello para que se agachara. - ¿Tienes una idea de la estupidez que estás cometiendo? – me regañó.
- Sí, lo sé. Pero debes entenderlo Warner, tenia hambre – mi amigo apreció comprender.
- Aún así no deberías.
- Te prometo que será la última vez.
- Se supone que debería delatarte. Lárgate antes de que me arrepienta.
Hice caso de su orden y volví hacia el bosque. Cuando estaba entrando, un funcionario de cara estirada me vio y comenzó a gritarme.
Corrí, ya que a estas alturas era lo único que podía hacer. Sentía pasos detrás de mí, por lo que apuré la marcha. Era bueno que hubiera comido esas manzanas, sino no hubiera podido huir.
Ya casi llegando al camino de tierra, me encontré con una mujer. ¿Una mujer?
Era muy bonita, con el cabello castaño y ojos color chocolate. Su piel era tan pálida que me recordaba a la porcelana. No pude evitar mirarla a los ojos. Parecía asustada.
Entonces regresé a la realidad. Quienquiera que fuera, no podía estar allí, y yo tampoco. Por lo tanto, ambos tendríamos que correr.
- ¡Vamos! ¡Corre! – le ordené. Al ver que no reaccionaba, la sujeté de la mano, provocándome cosquilleos. Los ignoré y la arrastré por la fuerza hacia la salida.
Finalmente, nos escondimos en un callejón. Respiraba entrecortadamente debido a la carrera, pero lo bueno era que había salido vivo de la misión. Lo malo era que había tardado todo el día. Ya estaba oscureciendo.
- ¿Te encuentras bien? – no me había detenido a reparar en su estado. Asintió con temor - ¿Por qué rayos estabas ahí? Ya sabes que los campesinos no deben visitar los jardines del castillo.
- No lo sabia – bien, eso tenía que ser mentira. Cualquiera de aquí lo sabía. Fruncí el ceño, confundido.
- ¿No lo sabias? Eso es… extraño. – no encontraba otra palabra para describir la situación. Quizá era de otras ciudades. - ¿Cómo te llamas? – dudó.
- Eso tampoco lo sé. – abrí los ojos, y creo que también la boca.
- Eso es imposible. ¿Cómo que no lo sabes? – pareció algo intimidada ante mi forma de ser.
- Yo… yo… no recuerdo nada. Ni siquiera mi nombre. Tampoco como llegué hasta allí – parecía realmente sincera y desorientada.
- Mira, deseo ayudarte, pero… - pensé en mi humilde casa. No podría llevarla allí – No sé como. – me mordí el labio – Pero supongo que puedo darte algunos consejos. Nunca, nunca vuelvas a entrar allí. Es peligroso e ilegal – asintió, mientras se cruzaba de brazos y miraba hacia la calle – Tampoco te quedes sola de noche.
- La calle también es peligrosa – dijo, resumiendo lo que yo iba a decirle. Esta vez fui yo el que asintió – ¿Entonces donde estaré? No puedo estar en el palacio, pero tampoco en la calle. – me preguntó. No supe que responderle.
- En una casa. ¿Recuerdas donde vives, al menos? – negó con la cabeza. Yo exhalé, sin saber muy bien que hacer. No podía dejarla en la calle. Miles de posibilidades cruzaban por mi mente. Pero, ¿y si todo eso era un juego y ella era una ladrona? Decidí irme por la peor opción – Si quieres, puedes venir conmigo.
- ¿Estás seguro? – me preguntó con cautela. Yo la miré, como si ella estuviera ignorando lo obvio.
- Si estoy seguro o no, ese es mi problema – respondí. – Ven, antes de que se haga de noche. – me siguió sin comentar nada más.

Elementos - Capítulo 1: Bienvenido destino

24 de julio, 1883, Indonesia.
El calor del volcán abrazaba mi cuerpo. Me sentía completa, aunque aun tenía la sensación de que algo estaba pasando. No me sentía sola. Ignoré esta sensación, y me relajé. Adoraba el calor.
Una vocecita salió de mi cabeza y me dijo que debía salir. No le hice caso, pero siguió insistiendo. Mierda. ¿Para que insistía? Me sentía tan bien en ese lugar. Estaba bastante segura de que si le hacia caso a la vocecita, me arrepentiría. Pero igual lo hice.
Las palmas de mis manos se apoyaron en el borde del volcán, hice fuerza y salí. Miré a mí alrededor. No había absolutamente nada, solo tierra y algo de plantas a lo lejos. La lava salía por todos lados a toda prisa cada ves que hacia un movimiento.
Pero, al ver mejor, pude ver un vestido simple, largo, rojo. Lo miré fijamente, pensando que alguien lo había perdido.
–Es para ti. – susurró una voz detrás de mi. Me di vuelta con rapidez, esperando un ataque.
El extraño llevaba un pantalón al natural y una camisa completamente blanca. Su cabello marrón estaba todo alborotado. Su mano cubría su visión. Estaba a tan solo 3 pasos de mí. La mitad de mi cuerpo seguía en la lava. Me quedé mirándolo fijamente.
–Póntelo. – me dijo con nervios, aun cubriéndose los ojos.
–¿Qué rayos haces? – pregunté, confundida.
–Ser un caballero – sonrió. – Es que estás completamente… - se incomodó. Eché un vistazo hacia abajo. – En esta sociedad, al menos, se usa ropa.
Bufé y salí de una maldita vez. Agarré el vestido y me lo puse sin dificultad, tomando en cuenta que era mi primera vez.
–¿Mejor?
Él sacó su mano de la cara, y me excepcionó de los pies a la cabeza.
–Vaya, si que es interesante.
Sonrió otra vez y me miró directo a los ojos. Eran verde esmeralda. Me extendió la mano. 
–Me llamo Terrence. Me alegro mucho de verte. Te estábamos esperando desde hace un rato.
–¿De qué hablas? – no le di mi mano. Suspiró.
–Eres fuego, ¿no? Bueno, yo soy tierra. Aire, alma y agua te están esperando… por supuesto no nos llamamos así. No seria original.
–¿Por qué no vinieron ellos?
–Viv, la chica aire, ya está aquí. Puede sentirnos. ¿No sientes la brisa? Es ella. – si, la notaba. Era cálida, agradable  – Por supuesto, William, el chico agua, se moriría colapsado si se acercara a este volcán… y con respecto a Aphril… - sacudió la cabeza. Esa debía ser la chica alma.
–¿Qué clase de elemento es el alma?
–Ella se encarga de todo lo que respecta a los humanos. Los desastres naturales ocasionados por el hombre.
–Ah.
–Emm… por casualidad, ¿sabes donde o cuando has nacido?
–No tengo la más mínima idea.
–Estamos en un conjunto de islas indonesias, en 1833. Este volcán es conocido como Krakatoa. Raro nombre ¿verdad? En este momento, debido a la erupción provocada por tu nacimiento, están muriendo más de 30.000 personas. – suspiró y se entristeció por un momento. Pero solo por un momento. – En fin, no pudimos evitarlo. Era su destino.
–Y no podemos interferir. – agregué. Él asintió, mostrándose de acuerdo.
–Bajemos, ¿si? La masacre apenas empieza.
Empezamos a decender a paso humano por la colina inclinada, en silencio. Luego de un momento, él preguntó:
–¿Cómo quieres que sea tu nombre? Porqué yo había pensado en algunos, pero no tenia idea de que… - se calló la boca. – En fin, que te parece… ¿Gina?
–Primero muerta. – repliqué con brusquedad mientras un poco de lava quemaba el dobladillo de mi vestido.
–Chica de poca paciencia. Veamos… - me miró a los ojos. – Scarlett. Ese será tu nombre. Siento que será así, y que también te gustará.
–¿Por qué Scarlett?
–Porque tus ojos son de ese color. Color escarlata. (NR: el color escarlata es como un rojo bien llamativo, solo para aclarar)
–Está bien. Me gusta. – admití. Él sonrió.
Continuamos en silencio. Avanzamos sobre un bosque ya carbonizado, y Terrence hizo una mueca de dolor.
Cuando llegamos a la orilla de la isla, me quedé helada.
–Sabia que reaccionarias así. – no respondí a su declaración. Estaba mirando el agua cristalina, interrumpida de tanto en tanto, por llamas que caían y se consumían. Eso seria exactamente lo que me pasaría si me acercaba a ese acto suicida. – Tranquila. Viv te llevará. Por cierto, tenle algo de paciencia.  Hace rato que no hace eso. Ahora, relájate y deja que el viento te lleve. Nos veremos en la casa, Scarlett.
Cerré los ojos. Respiré y exhalé, ignorando que tenía al ácido azul a menos de tres metros. De pronto, mi cuerpo se hizo más liviano, y pude sentir como mis pies se elevaban del suelo. En un loco impulso, abrí mis ojos, y el paisaje se empezó a desdibujar. Los volví a cerrar. Los olores se mezclaron, de arena húmeda y fuego, empecé a oler unos jazmines y ropa limpia.
Me desperté en un prado lleno de flores que no pude identificar. Me recosté sobre el pasto, ya que esas flores eran de un hermoso rojo, y olían muy bien.
Escuché que la misma vocecita que me había incitado a irme de mi volcán, me dijo que me levantara y caminara hacia algún lado. Le obedecí sin quejas, ya que sabia que si lo hacia, terminaría perdiendo.
Me levanté y caminé hacia el este.
Después de unos diez pasos, me encontré con una mansión digna de un rey. Supuse que, por su tamaño, tendría mil habitaciones, mínimo. Del jardín crecían un montón de diversas plantas, y un portón de reja negra impedía el paso.
Me quedé muy quieta al escuchar que cerca de ahí, había un arroyo. Con agua. Puaj.
Antes de avanzar más, una mano me agarró del brazo, y me encontré con las esmeraldas de Terrence.
–¿Vamos?
–A que están todos los malditos elementos esperándome ¿verdad? – gruñí.
Él soltó una carcajada, y cruzó el portón negro, arrastrándome hacia la casa.

Darkness - Capítulo 1 "La niebla negra"



En unas aldeas lejanas, ya se habían difundido entre la gente reportes de misteriosas desapariciones. Gente que veía avecinarse una niebla negra. Todo ser vivo que se interpusiera en su camino desaparecería con ella.
Sus recién cumplidos trece años eran una gran festividad para su pequeña familia. Su padre era un gran artesano, le regalo un hermoso colgante para su cuarto, hecho por sus propias manos, su hermano, en cambio, solo le regalo una hermosa tarjeta.
– Fe... Feliz cumpleaños Jade –Su hermana sonrió y acepto la tarjeta de su hermano.
– Gracias. Es muy linda. –A pesar del rechazo, Jade abrazo a su hermano.
A pesar de ser hermanos. Jade y Mathew eran muy distintos. Ella tenía el pelo marrón y unos grandes ojos grises, a la gente le llamaba la atención esos ojos tan hermosos. Y él en cambio, tenía el pelo rubio, ojos azules y unos anteojos por su miopía heredada de su padre, que a diferencia de los niños, tenía el cabello castaño y unos ojos marrones bien oscuros.
– No es justo, cuando YO, cumplí los doce no me han hecho ninguna fiesta especial. ¿Por qué a ella sí? ¿O acaso la tendré en mis trece? –Su padre lo miraba con cara de comprensión.
– Descuida Matt... es solo por un caso especial... ya lo entenderás. Dentro de un año, cuando cumplas tus trece tendrás una fiesta como la de ella. –El niño a pesar de los celos aceptaba esa explicación.
Jade en su tarde de cumpleaños como hacía casi todas las tardes, salió a pasear en su caballo, un semental blanco, con su crin y cola negro como el azabache. Liam lo llamaba ella.
Desde muy pequeña sabía andar con a caballo, y con la edad se había vuelto una  gran jinete.
Solía correr con Liam por los pastizales, y luego descansar un rato para que él pueda pastar.
Se recostó sobre la hierba mientras su caballo caminaba cerca. Hasta que comenzó a cerrar los ojos.
– ¡¡Jade!! ¡Por Dios levántate! –La chica extrañada abre los ojos y logra escuchar a su padre gritándole en la lejanía. Cuando logró despertarse y volver al mundo real logra ver que estaba anocheciendo, y lejos, unas sombras se estaban acercando.
– La neblina. –Logra decir mientras miraba hipnotizada las figuras negras.
– ¡¡Corre!! –La voz de su padre la despierta de nuevo. Asustada se sube a su caballo. Y sin la necesitad de espuelas Liam comienza a correr a todo lo que da. Comenzaron a correr tan rápido que las hierbas y lugares que iba pasando se comenzaron a desdibujar.
Ella no se animó a ver qué tan cerca estaba la bruma negra de ella. Pero al llegar a la cerca de su campo baja la velocidad, y logra ver que nada la seguía.
Corre a los brazos de su padre, aún confundida.
– No-No sabía qué era eso... –Logró decir balbuceando. –Que ¿Qué era? –Su papá acaricio su cabeza y le sonrió.
– Descuida... ya estas a salvo. Recuerda, nunca estés lejos de aquí por las noches.
– Pero... –Su padre la detuvo.
– Tranquila... mañana todo estará bien. –Dijo con voz dulce. –Ahora ven... vamos a dormir.
Jade miró extrañada a su padre, pero fue a la cama sin decir nada más. Mientras su cabeza no paraba de dar vueltas.
<<Eso es imposible>> Pensaba en su cabeza. <<Las nieblas no suelen aparecerse así... eso no era inerte... tenía una especie de vida>>
A pesar del revuelo de su cabeza, logró cerrar los ojos y dormir. Lo cual no fue tan buena idea.
<< Jaade... deespieertaaa... aabre loos oojos. >>
<< ¿Quién eres?>>
<<Miii noombree nooo iimpoortaa ahooora... uuun peeligrooo aaaceechaa a tii y a tuuu faaamilia... deeebes haaacer algooo y ¡prooonto! >> Sonaba más como un susurro más que una voz. Y sus tonabas eran largas y extrañas.
<< ¿Qué debo hacer? >>
<<Nooo peermitaas que leee sucedaaa loo mismo queee a tuu madreee>>
<< ¿Mi madre? >>
<<Es muy peliigroosooo... teeen mucho cuiiidadoo... porque a alguieeen encontraraaas, y a suu vida cambiaaraaas... >>
<< ¡¿Quién eres?... no te vayas! >>
<<Yaaa no haay tiempooo... muuucho cuidadoo... >>
<< ¡Espera!  ¡Alto! >>
– ¿Jade? ¿Estás bien? –Ella abrió los ojos extrañada. Su hermano estaba sentado junto a su cama.
– ¿Qué haces aquí? –Se refregó los ojos. – ¿Paso algo malo?
– No lo sé... tu dime... hace un rato estabas gritándole a alguien.
– ¿Qué?... Oh... solo ha sido un sueño... algo extraño.
– Lo he notado... ¿Qué paso?
Jade miró hacia la ventana.
– Una voz me advertía algo... no lo recuerdo... ¿crees que pueda significar algo?
– ¿Qué no recuerdes tu sueño? ¡Claro! Siempre has sido olvidadiza. –Jade golpeó el brazo de su hermano.
– ¡No me refiero a eso! Si no a la advertencia.
– Bueno... he leído en un libro que hay gente que tiene sueños extraños y luego les pasa algo... pero por supuesto son mera coincidencia. Ya que en la vida real es imposible que una persona pueda advertir a través de un sueño que algo suceda. –Su hermana puso los ojos en blanco ante su monólogo. –Además... es casi imposible que... oh oh... – Jade Abrió sus ojos.
– ¿Qué... que sucede?
– Tal vez... sea... ¡que te has vuelto loca! –Su hermana frunció el seño y volvió a golpearlo en el brazo.
– Agh... olvídalo. Fue tan solo un sueño. –Volvió a bostezar. – ¿Qué hora es? –Su hermano se fijo en su reloj de muñeca.
– Como la una y media. Dentro de poco tendrás que bajar a comer.
– ¿La una? ¡La una! – Jade corrió a su armario. – ¡Pero qué tonta! ¡he olvidado que hoy me tocaba a mí dar de comer en el establo!
Su hermano puso los ojos en blanco y salió de la habitación.
Ella se puso lo más cómodo que tenía. Una remera que había usado el otro día, unos jeans sucios para no tener que lavar de nuevo la ropa limpia, y unas botas para la comodidad en el barro.

Fue caminando con el balde lleno de la comida para los cerdos y entró en la cerca de Señora Petunia, así le habían puesto a la vieja puerca que tenían. Le dio su comida y se encaminó al establo de los caballos.
Allí la esperaban, Liam, y Sherwood, el caballo de Mathew. Sherwood a pesar de su compañero Liam, era blanco con manchas negras y grandes, una graciosamente estaba en su ojo izquierdo, lo que lo hacía cómico.
– ¿Sombra? ¿Dónde estás? –Para la curiosidad de Jade faltaba el caballo de su padre. También era un semental, negro oscuro y de pelaje brillante y lustroso, a simple vista daba miedo, pero era tan cariñoso con ella como lo eran los demás caballos.
– Papá se lo llevo a dar un paseo. – Jade se dio vuelta bruscamente, al ver que era su hermano bajó la guardia.
– Qué extraño... él nunca se lo lleva en las mañanas. Y menos los domingos. Suele esperarnos a nosotros.
– Lo sé... pero no he dicho nada. Ha estado actuando raro toda la mañana. –Jade miro extrañada a su hermano y comenzó a pensar.
– Esto es algo muy raro. La niebla, el sueño... y papá. –Se llevó la mano al mentón.
– Bah... no es nada extraño...
Jade se acercó Liam y le puso su comida.
– Si no es nada extraño... ¿Cómo me explicas los sucesos gran genio? –Dijo con algo de sarcasmo.
– Pues... –Se acomodo los anteojos. – La niebla lo veo como un hecho totalmente natural... de seguro solo era un poco de niebla, y con tu miedo lo aumentaste y creíste que era un ser sobrenatural. –A su hermana le molestó esa frase. –Lo del sueño... fue tan solo un sueño, te habrías quedado mal después del susto de la niebla. Y... respecto a papá, tal vez tenía algo importante que hacer.
Mientras su hermano hablaba y hablaba, Jade iba alimentando a los dos caballos que quedaban en el establo. Estaba acostumbrada a los monólogos de su hermano, ya que el a través de todos los libros que había leído quería demostrar lo que sabía.
– ¿Qué dices? –Jade reaccionó al ver que había terminado.
– Digo... querido hermano... que eres un charlatán y presumido. No estoy loca... sé lo que vi... y sé que algo malo está pasando. –Matt puso los ojos en blanco.
– Bah... como digas... iré adentro. Tengo hambre... y no esperaré a papá.
Al escuchar eso su hermana se apresuró en la tarea.
– ¡Adiós Liam! ¡Adiós Sherwood! –Ambos caballos relincharon como respuesta.

Cuando llegó a la cocina de la casa vio que su hermano estaba intentando preparar algo. Así que se acercó y se apoyó en la mesada.
– ¿Tanta palabrería y no sabes prepararte el almuerzo? –Mathew se dio vuelta y volvió a acomodarse los anteojos.
– ¿Qué piensas hacer? Tengo hambre... y no voy a esperar que tú hagas la comida.
– ¡Bien! Si tienes tanta hambre prepararé algo. Pero al fin y al cabo diré que me obligaste. –Su hermano suspiro.
– Trato... ¿Qué prepararás?
Sacó la sartén del mueble y comenzó a pensar.
<< ¿Huevos Fritos?... No... Eso lo comimos ayer... ¿Panqueques?... No, eso es de desayuno. ¿Una ensalada? No... Nos quedamos sin vegetales>>
Rendida y sin ideas se sostuvo por la primera. Así que le puso aceite a la sartén, busco unos huevos de gallina y comenzó a preparar el almuerzo.
Al cabo de unos minutos comenzaron a comer. Sin ninguna charla de por medio. Bueno... casi ninguna.
– Jade... ¿hay pan? –Ella suspiró.
– Si... en la bolsa en la cocina. –Mathew se levantó en busca del pan.
– ¿Por qué no estaba en la mesa?
– ¡No ayudaste en nada! Ni siquiera en poner la mesa. –Su hermano volvió con el pan y se sentó de nuevo en la mesa.
– Te dije que estaba viendo si volvía papá. –Jade suspiró.
– Bien...
Se quedaron un rato sentados... viendo como pasaba el tiempo. Hasta que Mathew se decide a levantar la mesa... mientras su hermana no se movía.
– ¿Jade? ¿Hola? Ayúdame, trae la jarra de agua.
– En el sueño... –Dijo con un hilo de voz.
– ¿Qué?
– En el sueño la voz me dijo que estaríamos todos en peligro. Y que tengamos cuidado.
– Otra vez... – Matt se acercó a la mesa... – Jade ¡Solo fue un sueño! Y si es por papá.... estará bien. Fue con Sombra... el caballo más veloz. Debo admitir, incluso más que el tuyo. – Se preocupó al ver a su hermana en esa posición. Y repitió en un tono más suave. – Jade... todo estará bien. No te preocupes.
– ¿Qué hora es?
– Las... – Se fijó en su reloj de muñeca – Son... casi las tres... ¿Por qué?
– ¿Me acompañarías hasta el pueblo? Necesito comprar unas cosas. Además vendrá Joseph dentro de un rato.
Joseph era un gran amigo de la familia. Venía todos los días a cuidar los animales de la granja. A la madrugada había salido a pastorear las ovejas, y volvía siempre para el mediodía.

Una vez cambiados y arreglados, fueron en busca de sus caballos.
Allí, peinando a Liam, estaba su amigo Joseph. Él era algo panzón y tenía la barba sin afeitar. Pero era muy amigable y simpático.
– ¡Hola tío Joseph!
– ¡Niños! Hola...estaba conversando con mi amigo Liam... y me cuenta que su padre no está en casa.
– No... salió en la mañana. Iremos al pueblo a buscar unas cosas que quiere Jade. ¿Nos cuidarías la casa mientras tanto?
– ¡Pues claro mi amigo Mathew! Les ensillaré a Liam. –Joseph hizo una cómica reverencia, y saco al caballo.
Hasta el pueblo había que hacer un camino no muy largo. Pero casi nadie rondaba por ahí. Solo algunos chicos que jugaban a la pelota. O las personas que vivían cerca.
Muy pocos autos circulaban en la zona. Pero a Jade y a Mathew no les agradaba la idea que gente desconocida valla al pueblo o a los campos.

Al llegar vieron a las mismas personas que vieron desde chiquitos.
Al panadero vendiendo su pan. A algunos amigos de la zona. A la escuela que iban en épocas de clases.
– Jade... ¿Para que querías venir?
– Quiero ir a la biblioteca.
– ¿A la biblioteca? ¿Por qué quieres venir a la biblioteca? – Jade ignoró la pregunta de su hermano y lo arrastro con Liam. Hasta el corral del señor Pesherman.
– ¡Jade! ¡Qué alegría verte!
El Señor Pesherman era un hombre amable... los conocía desde que eran pequeños. Tenía un corral en donde se podían dejar a los caballos por el tiempo que necesitaran los dueños.
Allí tenía a Niebla, una yegua completamente blanca. Según decía su dueño fue la madre de los dos caballos de los niños
– Buenos días Sr. Pesherman. ¿Podría dejar a Liam por una media hora? Tal vez un poco más.
– Claro, ven. Átalo a aquella madera.
Luego de atar al caballo, Jade fue decidida hasta la biblioteca del pueblo.
A pesar de no ser un pueblo tan grande. La biblioteca tenía muchísimas variedades de libros, ya que los traían desde la biblioteca de la cuidad cercana.

Cuando ya estaban adentro. Los hermanos se separaron. Mathew se fue para la sección de física, química y matemáticas, y Jade, se quedó deambulando entre las fábulas y leyendas.
Buscó desde leyendas del  campo, de la ciudad, medievales, recientes, y hasta la sección de nuevos escritores, dónde algunos novatos dejaban sus libros para que los lean la gente.
Pero no encontró nada sobre una niebla negra que amenazaba en los campos de la región.
– ¿Buscas algo en especial? – Jade se sobresaltó. Era la vieja bibliotecaria, había visto a la niña rondar por los estantes de libros sin agarrar uno.
– Em... si... ¿alguien ha publicado algo sobre una niebla negra? La necesito... por curiosidad. – La bibliotecaria miró extrañada a la niña. Algo preocupada.
– ¿Cómo es que sabes sobre la bruma negra? –Le dijo en susurros.
– Anoche... anoche creo que la vi. Y quería estar informada sobre el tema. – Dijo algo desconfiada, nunca había hablado con la mujer. Ya que no iba casi nunca a la biblioteca del pueblo.
– ¿Estás segura que quieres saberlo? –Jade asintió extrañada. –Ven conmigo
La mujer la llevo hasta un guardo apartado de la biblioteca, pero aún con estantes de libros. En la punta más alta había títulos extraños, “Cómo sobrevivir a la oscuridad eterna”, “El hechizo de la oscuridad”, y por último, “Misteriosas desapariciones de las sombras de la noche”.
– Es este... – Le tendió el libro a la niña. Era algo pesado y tenía extrañas ilustraciones.
– ¿Por qué esta apartado de los demás?
– Este libro es muy valioso. Ha sido escrito por un espectador de la niebla. Es alguien que logró salir con vida de la penumbra. –Se agachó para verla a los ojos. – Cuídalo mucho
– Lo cuidaré.
Algo extrañada por aquella explicación y misterio, se fue a leer a las mesas y sillones de la biblioteca.
El libro tenía extraños dibujos de personas vestidas con armaduras negras, y nubes negras con ojos y bocas gigantes.
Jade no le prestó mucha atención a lo que decían debajo. Pero lo que le llamó la atención era el prólogo del libro:
“En unas aldeas lejanas, ya se habían difundido en la gente de misteriosas desapariciones. De gente que veía avecinarse una niebla negra, que todo ser vivo que se interpusiera en ella desaparecería con ella.”
“La niebla negra es un extraño ser que todo se lo lleva. Suele agarrar desprevenidas a las personas y se las lleva a un pueblo invadido de oscuridad, donde nunca es de día”
“Sólo la gente con el poder de controlar la luz, o de mantener la oscuridad lejos de la mente han podido escapar”
Jade se quedó mirando una frase en especial, que al leerla le corrió un escalofrío por la espalda.
“Querido lector, si estás leyendo esto no es ninguna casualidad, ya has sido testigo de la niebla, y no hay marcha atrás. Debes estar preparado para lo que sea. Busca ayuda. Por ahora este libro será todo lo que sabrás del peligro. Pase lo que pase no lo pierdas de vista”
– Jade vámonos... papá debe estar en casa. –Ella miró alrededor y logró ver a su hermano en la puerta.
– ¡Iré en un segundo! –Guardó el libro en su mochila y se preparó para la vuelta.
– ¿Qué has sacado? –Jade suspiró.
– Nada importante. Vamos... hay que ir por Liam.

– ¿Papá? ¿Estás en casa? –El living estaba vacío.
– ¿Niños? –Patrick Neider se asomó desde la escalera. – ¿Jade? ¿Mathew? ¿Dónde estaban? Los estaba buscando por todos lados. –Estaba algo molesto. Jade se apresuró a decir algo
– No estabas... quisimos buscarte. Pero Matt dijo que tal vez estabas haciendo algo importante. Así que fuimos al pueblo. – Su padre la miro extrañado.
– Es muy peligroso que vallan solos hasta el pueblo sin mi permiso. –Suspiró. –Vallan a sus cuartos. – Los dos hermanos se encaminaron hasta la escalera. Jade quiso subirla lo más rápido posible. – ¿Jade... para que querías ir a la biblioteca?
En ese mismo instante pensamientos les cruzaron por  la mente de su hija.
<< ¿Cómo sabía que había ido a la biblioteca? Yo no se lo dije>>
– Yo... solo quería ir a leer un rato. – Su papá sonrió.
– Jade... me estas ocultando algo. Yo lo sé. –A ella se le formaron un montón de palabras en la garganta... pero casi ninguna llego a su boca.
– Pe-pero... ¡No soy la única que oculta cosas! –Corrió hasta su cuarto. Así poder pensar sola.
<< ¿Qué querría decir el libro con que no es ninguna casualidad?... jamás me ha conocido>>  Al mismo tiempo que pensaba se le arrugaba la frente, intentando razonar.
<<A menos que... ¡mamá!>> Algo que no había prestado atención antes le dio una idea.

Solo respira - Capítulo 1


1
Era un día de tantos. El asfalto no tenía muchas imperfecciones, pero igual me costaba caminar. Quizás eran los nervios.
Recordé mi reacción cuando mamá me dijo que me había anotado en un grupo musical completamente desconocido para mí.
   – Ya verás que el coro te encantara – había dicho – Debido a que no hiciste amigos este año, esta podría ser tu oportunidad. Soy amiga de la madre de dos chicos que cantan allí. Son muy simpáticos.
Bien, lo admito. No era muy buena para sociabilizar. Mamá sí.
 Estaba a media cuadra del lugar y sin ningún rasguño, pero de pronto, mis pies perdieron el equilibrio y termine en el suelo.
   – Genial – dije, maldiciendo mi torpeza.
   – ¿Estás bien? – pregunto una voz que se oía detrás de mí.
Me pare de inmediato para ver quién era. Una joven de mi altura, con el cabello color miel y largo, lacio y domado con una cola de caballo. Tenía ojos verde esmeralda y una sonrisa dulce en el rostro.

   – Emm... si, supongo. Me recupero fácilmente.
   – Oh, qué bien... Por cierto, soy Kate – me tendió la mano y volvió a sonreír.
   – Ángeles. Angie, de cariño.
   – Mucho gusto, Angie. ¿Tú eres la hija de Miranda Williams?
   – Si, lo soy. Mama me había contado sobre tu madre.
   – Perdón por preguntar, pero... ¿te dirigías a la secundaria Bradock?
   – Eso creo. Oí que allí hay como una especie de coro.
   – ¡MARAVILLOSO! No sabía que hoy tendríamos una nueva... ¿qué instrumento tocas?
   – Emm... ninguno.
   – ¿Ninguno? Pero... ¿cantas, no?
   – Eso creo.
   – Oh, ¡eso es fantástico! Vamos, que llegaremos tarde.
Empezó a caminar hacia el edificio, y yo comencé a seguirla. Cruzamos la gran reja negra y entramos a la secundaria Bradock, que estaba cerrada por vacaciones.
Las aulas permanecían intactas, ya que aun no habían comenzado a prepararse para las clases. Llegamos hasta el final del pasillo y subimos las escaleras que daban al segundo y último piso. Las aulas parecían no tener fin. La última aula tenía un cartel pegado en la puerta que decía:

SALON RECREATIVO
– NO MOLESTAR –

   – Aquí es – dijo Kate – ¿Nerviosa?
   – Un poco – mentí. Estaba temblando de los nervios.
   – Solo respira. Mira, somos siete. Contigo, ocho. Son buenos chicos. Muy simpáticos. Te caerán bien – dijo abriéndome la puerta.
Era un aula con paredes blancas, muy espaciosa. No había muchas mesas o sillas, sino algunas que servían de asiento a seis adolescentes.
   – Al fin llegas – dijo un chico pelirrojo, sentado en una de las sillas.
   – Me retrase un poco, pero valió la pena. Chicos, ella es Angie – de pronto, seis pares de ojos se posaron en mí.
Una chica de unos dieciséis años y cabello rubio brillante, se paró de un salto de la mesa en donde estaba sentada y corrió hacia mí. 
   – ¡HOLA! Dios mío, ¡jamás había conocido a alguien con un bolso tan lindo!Apartándome a mí, claro – dijo, riéndose – Mi nombre es Effy, pero jamás te había visto por aquí... ¿te mudaste hace poco?
   – Hace alrededor de un año – dije, algo aturdida.
   – ¡Que poco tiempo! Recuerdo una vez en que yo... ¡¡¡Kate!!! ¡¡¡Tengo algo que contarte!!! – exclamo Effy, corriendo hacia ella – No sabes lo que me acabo de enterar...
En eso estaba, cuando un chico de ojos color café y cabello rubio oscuro y lacio se paró de golpe y vino hacia nosotras.
   – Aguarda un momento, Effy – dijo – deja que mi novia me salude correctamente y después se lo dices – se acerco a Kate, sujetándola por la cintura.
   – Lo que tú digas, Justin – le respondió Effy.
Justin acaricio la mejilla de Kate, dejándola tan aturdida que, cuando la beso, dudo que estuviera respirando.
Ante esa reacción, él soltó una risita.
Hacían una linda pareja.
   – Por favor – dijo una chica con cabello oscuro, ojos negros y chaqueta de cuero – Estamos tratando de ensayar aquí. No hagan que la nueva vomite.

   – Oh, vamos Lucy, son sus hormonas – le respondió el joven que estaba a su lado.
Era de cabello oscuro y rizado, solo que sus ojos eran verdes, un color más oscuro que los de Kate. Al igual que Lucy, él también llevaba campera de cuero.
Me acerque hacia el grupo, pero solo había siete lugares para sentarse.
   – Lo siento – se excusó Kate – No sabía que íbamos a ser mas hoy.
   – No importa, yo... – cuando quise terminar la frase, el chico que hasta ahora no había hablado, me interrumpió.
   – Toma. Siéntate aquí. Iré a buscarme otra más tarde – se paro y se inclino como invitándome a que me sentara. Yo lo mire extrañada. No conocía a ningún adolescente que tuviera modales. Me senté en la mesa que me había ofrecido y él se quedo parado al lado mío. Todos volvieron a sus lugares.
   – Bien – dijo Kate – vamos a presentarnos correctamente. El que está a mi lado es Justin...
   – Su novio – aclaró él.
   – ¿Me dejas continuar, novio? – Justin hizo un gesto de disculpa – Gracias. Después  le siguen Derek y Esthefanía, conocida como Effy – señaló al chico pelirrojo y a la chica extremadamente rubia.
   – Su novio – dijo Derek imitando la voz de Justin y señalando a Effy. Ella rió.
   – Exacto. Por favor, no me interrumpan más... Bien, mi hermano, Jasson, es el que está a tu lado. Después le siguen John y Lucy – Los chicos de campera de cuero. ¿Acaso no sentían calor? Harían 24º allá afuera.
   – Kate, no nos señales juntos. No somos noviecitos ni nada de eso. – dijo Lucy.
   – Oh, por favor, sé que me amas – respondió John – solo necesitas tiempo.
   – John, admítelo, te has estado babeando por ella desde 2ª – dijo Derek. Effy se rió a carcajadas.
   – Eso ya es demencia – dijo Justin. Kate puso los ojos en blanco.
   – No, es infinita paciencia. Pero no esperare por siempre.
   – Gracias al cielo – le dijo Lucy, tajante.
   – ¿Podemos enfocarnos? – Dijo Kate – Angie sabe cantar.
   – ¿¿¿EN SERIO??? YO TAMBIEN!!! ¿¿¿Podríamos hacer algún coro no??? – exclamó Effy.
   – Chispita, deja que cante primero... si es que sabe, claro. – me desafió Lucy.
Jasson carraspeo a mi lado. Parecía molesto.
   – Toma – dijo Justin, entregándome una hoja de papel, en que reconocí “Fly with me” de esa famosa banda de hermanos.
   – Jasson puede tocar el piano, Lucy tocará la guitarra y yo puedo hacer los coros – dijo Kate.
Jasson fue a sentarse al piano de la esquina y yo fui a seguirle. Nos sentamos y comenzó a practicar con unas simples notas.
Lucy se paro y agarro una de las guitarras eléctricas, mientras que John le ayudaba a enchufarla. Los demás se acomodaron para hacer de espectadores. Cuando todos estuvieron listos, yo empecé a cantar.
Cuando terminamos, empezaron a aplaudir. Las felicitaciones se oían de todos lados. Jasson y yo sonreímos. De pronto, nos miramos a los ojos. Lo que sentí no podía describirlo. Me perdí en sus ojos, del mismo color que los de su hermana. Por poco me caigo de la silla.
   – Cantas muy bien – dijo.
   – Tu... – tuve que decir algo para no quedar como una tonta – tocas muy bien...
   – Pudimos hacerlo mejor si no fuera una canción tan aburrida – repuso Lucy, arruinando el momento. Jasson se dio vuelta y le dirigió una mirada envenenada.
   – ¿De qué hablas? La canción tiene potencial y este lugar tiene una acústica perfecta – dijo Derek.
   – Si tuviéramos mas instrumentos... – dijo Kate, triste.
Justin y Effy se miraron y ella se rió.
   – ¿Qué sucede? – pregunto Kate, confundida.
   – Hoy nos llamaron del galpón...
   – ¡¡¡DIJERON QUE SI!!!
   – ¡¡¡Eso es genial!!!
   – ¿Qué cosa? – pregunte yo.
   – Hay una gran tienda de música a unos kilómetros de aquí que vendió la mayoría de los instrumentos, ya que se cerró permanentemente. Les quedo algunos y los chicos trataron de conseguirlos, me sorprende que no hicieran una manifestación frente al lugar. Al parecer, acaban de ceder – me explicó Lucy.
   – Como sea, hay que pasarlos a buscar dentro de dos semanas – dijo John.
El resto de la tarde la pasamos charlando, gastándonos bromas y practicando diferentes canciones. Jasson no hablaba mucho ni tampoco se reía tanto como los otros chicos. Era el más hermoso de todos.
   – ¿La has pasado bien? – preguntó mama cuando llegue a casa.
   – Ha sido genial. Gracias. – olí un olor a quemado. Mama entendió mi mueca.
   – Tu padre quiso cocinar.
   – En ese caso, dile que me he ido a dormir más temprano.
   – De acuerdo.
Pobre mama. Ella tendría que soportar las habilidades culinarias de papa, y no era nada agradable