miércoles, 23 de marzo de 2011

Elementos - Capítulo 1: Bienvenido destino

24 de julio, 1883, Indonesia.
El calor del volcán abrazaba mi cuerpo. Me sentía completa, aunque aun tenía la sensación de que algo estaba pasando. No me sentía sola. Ignoré esta sensación, y me relajé. Adoraba el calor.
Una vocecita salió de mi cabeza y me dijo que debía salir. No le hice caso, pero siguió insistiendo. Mierda. ¿Para que insistía? Me sentía tan bien en ese lugar. Estaba bastante segura de que si le hacia caso a la vocecita, me arrepentiría. Pero igual lo hice.
Las palmas de mis manos se apoyaron en el borde del volcán, hice fuerza y salí. Miré a mí alrededor. No había absolutamente nada, solo tierra y algo de plantas a lo lejos. La lava salía por todos lados a toda prisa cada ves que hacia un movimiento.
Pero, al ver mejor, pude ver un vestido simple, largo, rojo. Lo miré fijamente, pensando que alguien lo había perdido.
–Es para ti. – susurró una voz detrás de mi. Me di vuelta con rapidez, esperando un ataque.
El extraño llevaba un pantalón al natural y una camisa completamente blanca. Su cabello marrón estaba todo alborotado. Su mano cubría su visión. Estaba a tan solo 3 pasos de mí. La mitad de mi cuerpo seguía en la lava. Me quedé mirándolo fijamente.
–Póntelo. – me dijo con nervios, aun cubriéndose los ojos.
–¿Qué rayos haces? – pregunté, confundida.
–Ser un caballero – sonrió. – Es que estás completamente… - se incomodó. Eché un vistazo hacia abajo. – En esta sociedad, al menos, se usa ropa.
Bufé y salí de una maldita vez. Agarré el vestido y me lo puse sin dificultad, tomando en cuenta que era mi primera vez.
–¿Mejor?
Él sacó su mano de la cara, y me excepcionó de los pies a la cabeza.
–Vaya, si que es interesante.
Sonrió otra vez y me miró directo a los ojos. Eran verde esmeralda. Me extendió la mano. 
–Me llamo Terrence. Me alegro mucho de verte. Te estábamos esperando desde hace un rato.
–¿De qué hablas? – no le di mi mano. Suspiró.
–Eres fuego, ¿no? Bueno, yo soy tierra. Aire, alma y agua te están esperando… por supuesto no nos llamamos así. No seria original.
–¿Por qué no vinieron ellos?
–Viv, la chica aire, ya está aquí. Puede sentirnos. ¿No sientes la brisa? Es ella. – si, la notaba. Era cálida, agradable  – Por supuesto, William, el chico agua, se moriría colapsado si se acercara a este volcán… y con respecto a Aphril… - sacudió la cabeza. Esa debía ser la chica alma.
–¿Qué clase de elemento es el alma?
–Ella se encarga de todo lo que respecta a los humanos. Los desastres naturales ocasionados por el hombre.
–Ah.
–Emm… por casualidad, ¿sabes donde o cuando has nacido?
–No tengo la más mínima idea.
–Estamos en un conjunto de islas indonesias, en 1833. Este volcán es conocido como Krakatoa. Raro nombre ¿verdad? En este momento, debido a la erupción provocada por tu nacimiento, están muriendo más de 30.000 personas. – suspiró y se entristeció por un momento. Pero solo por un momento. – En fin, no pudimos evitarlo. Era su destino.
–Y no podemos interferir. – agregué. Él asintió, mostrándose de acuerdo.
–Bajemos, ¿si? La masacre apenas empieza.
Empezamos a decender a paso humano por la colina inclinada, en silencio. Luego de un momento, él preguntó:
–¿Cómo quieres que sea tu nombre? Porqué yo había pensado en algunos, pero no tenia idea de que… - se calló la boca. – En fin, que te parece… ¿Gina?
–Primero muerta. – repliqué con brusquedad mientras un poco de lava quemaba el dobladillo de mi vestido.
–Chica de poca paciencia. Veamos… - me miró a los ojos. – Scarlett. Ese será tu nombre. Siento que será así, y que también te gustará.
–¿Por qué Scarlett?
–Porque tus ojos son de ese color. Color escarlata. (NR: el color escarlata es como un rojo bien llamativo, solo para aclarar)
–Está bien. Me gusta. – admití. Él sonrió.
Continuamos en silencio. Avanzamos sobre un bosque ya carbonizado, y Terrence hizo una mueca de dolor.
Cuando llegamos a la orilla de la isla, me quedé helada.
–Sabia que reaccionarias así. – no respondí a su declaración. Estaba mirando el agua cristalina, interrumpida de tanto en tanto, por llamas que caían y se consumían. Eso seria exactamente lo que me pasaría si me acercaba a ese acto suicida. – Tranquila. Viv te llevará. Por cierto, tenle algo de paciencia.  Hace rato que no hace eso. Ahora, relájate y deja que el viento te lleve. Nos veremos en la casa, Scarlett.
Cerré los ojos. Respiré y exhalé, ignorando que tenía al ácido azul a menos de tres metros. De pronto, mi cuerpo se hizo más liviano, y pude sentir como mis pies se elevaban del suelo. En un loco impulso, abrí mis ojos, y el paisaje se empezó a desdibujar. Los volví a cerrar. Los olores se mezclaron, de arena húmeda y fuego, empecé a oler unos jazmines y ropa limpia.
Me desperté en un prado lleno de flores que no pude identificar. Me recosté sobre el pasto, ya que esas flores eran de un hermoso rojo, y olían muy bien.
Escuché que la misma vocecita que me había incitado a irme de mi volcán, me dijo que me levantara y caminara hacia algún lado. Le obedecí sin quejas, ya que sabia que si lo hacia, terminaría perdiendo.
Me levanté y caminé hacia el este.
Después de unos diez pasos, me encontré con una mansión digna de un rey. Supuse que, por su tamaño, tendría mil habitaciones, mínimo. Del jardín crecían un montón de diversas plantas, y un portón de reja negra impedía el paso.
Me quedé muy quieta al escuchar que cerca de ahí, había un arroyo. Con agua. Puaj.
Antes de avanzar más, una mano me agarró del brazo, y me encontré con las esmeraldas de Terrence.
–¿Vamos?
–A que están todos los malditos elementos esperándome ¿verdad? – gruñí.
Él soltó una carcajada, y cruzó el portón negro, arrastrándome hacia la casa.

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